Cristina Belén García (Universidad San Jorge)
La innovación educativa surgió como una alternativa a la docencia impartida de forma clásica con el objetivo de mejorar el aprendizaje significativo de los alumnos. A lo largo del tiempo han ido surgiendo diferentes metodologías que tratan de alcanzar esta meta, pero que deben demostrar su efectividad. Este hecho impulsa la necesidad de realizar investigaciones que así lo pongan en evidencia y para ello, en muchos casos se necesita tratar con datos de los alumnos. La utilización de información académica de alumnos para investigaciones sobre innovación educativa en los centros educativos plantea una serie de cuestiones éticas y prácticas que bien merecen una reflexión crítica. Es crucial abordar este tema con sensibilidad y respeto hacia los derechos de los alumnos.
El primer aspecto a tener en cuenta debería ser el consentimiento informado de los alumnos. La participación en investigaciones sobre innovación educativa debería basarse en la información previa de los alumnos de que se trata de un proyecto de investigación y el consentimiento voluntario y consciente de los mismos. Es esencial proporcionar información clara sobre los objetivos de la investigación, cómo se utilizarán los datos y qué medidas se tomarán para proteger la privacidad de los participantes, así como los medios de difusión de los resultados que se plantea emplear. La transparencia en este proceso es fundamental para construir la confianza entre los alumnos y los docentes, que a su vez ejercen el papel de investigadores.
Otro de los pilares básicos a considerar es la confidencialidad de la información académica. Existen datos de los alumnos, como las que hacen referencia a su rendimiento académico o preferencias de aprendizaje, que son sensibles y deben ser tratados con el máximo cuidado. La recopilación y el uso de esta información para fines de investigación deben estar respaldados por protocolos éticos claros y asegurar la anonimización adecuada de los datos, protegiendo así la identidad de los participantes.
Para garantizar que los alumnos no se vean forzados a cumplimentar encuestas de evaluación sobre las actividades realizadas en clase, idealmente esta evaluación se debería llevar a cabo fuera del horario lectivo y tras haber obtenido las calificaciones finales. De esta forma los alumnos pueden participar voluntariamente y sin la presión de que puede existir algún tipo de penalización en caso contrario.
Los Comités de Ética que existen en las Comunidades Autónomas españolas (CEICA en Aragón) cuentan con expertos que ayudan a realizar una valoración de los protocolos de investigación que incluyen estudiantes y velan por que se cumplan unos principios que sirven en su mayoría igualmente para la investigación en innovación educativa.
Sin embargo, debemos ser los propios docentes los que tratemos de priorizar a nuestros alumnos cuando diseñamos actividades de innovación docente. No son un mero medio para llevar a cabo un proyecto de innovación educativa. Debemos comenzar identificando claramente los resultados de aprendizaje que pretendemos que alcancen. Los resultados de estas investigaciones deben tener el potencial de mejorar la calidad de la educación y beneficiar a la comunidad académica en su conjunto como fin último, pero sin menoscabo de los derechos de los alumnos.